martes, 6 de marzo de 2012

¡Qué se mueran los héroes!


Lo reconozco, tengo un problema. ¿Solo uno? Bueno sí, en realidad tengo muchos. la hipoteca, mi jefe, el regalo de mi suegra… Pero hay uno que me preocupa especialmente. De pequeño cruzaba los dedos para que el pobre Coyote atrapara al Correcaminos. También soy de los que secretamente animaba a Darth Vader en su lucha contra Luke Skywalker en "La guerra de las galaxias", y ni que decir tiene que salté del asiento en el cine cuando los marcianos hicieron volar por los aires la Casa Blanca en "Independence Day". Lo sé, el problema es serio: me gustan más los malos de película que los héroes. Tras expiar mis pecados con esta confesión, podéis imaginar que “Pozos de ambición”, de Paul Thomas Anderson, me entusiasmó.

Daniel Plainview y su "hijo y asociado" H.W.
La película es una adaptación de la novela “Oil!” que cuenta la vida de Daniel Plainview, un magnate del petróleo hecho a sí mismo en la California de principios del Siglo XX. Ese típico emprendedor americano que vendería a su madre por conseguir lo que se propone y con un único objetivo en la vida: “ganar el dinero suficiente para aislarme del mundo y no volver a saber nada de las personas que lo habitan”. Hasta ahí, podría decirse que el argumento no pasaría de ser uno más de esos westerns cuya originalidad reside en haber sido ambientada en la época de las prospecciones petroleras en lugar de en la fiebre del oro. Bien. Más allá del escenario en el que tiene lugar, el film tiene el mérito de describir magníficamente a sus personajes. ¡Y qué personajes señores, qué personajes! Porque si la historia del hombre hecho a sí mismo nos la han contado mil veces en Hollywood en películas como "Ciudadano Kane" o la saga de "El padrino", lo que hace única a esta obra son los personajes y cómo los muestra ante la cámara. Todos diferentes pero con el común denominador de  tener un corazón tan negro como el crudo que brota del suelo por el que caminan.

Daniel Day-Lewis, vigilando la prospección de pozos
“Pozos de ambición” carece de héroes, solo hay gente normal cuya ansia por enriquecerse les convierte en villanos o víctimas de la fiebre del oro negro. Así, comienzan a desfilar por la pantalla toda una colección de pintorescos hombres propios de la época pero que sin embargo todos podríamos relacionar con otros más actuales: Los incautos dueños de tierras en mitad del desierto que desconocen el tesoro que oculta la arena, el hijo a quien sus padres echaron de casa y se venga de ellos ayudando a los buscadores de petróleo, el predicador evangélico que obra milagros en misa y que no es más que un vendedor de humo, la trastornada congregación religiosa de la Iglesia de la  Tercera Revelación y su puritanismo histérico, el hermano perdido que tras 20 años aparece en el momento justo cuando se encuentra petróleo, el millonario prepotente y altivo que quiere echar al pequeño emprendedor por lo civil o por lo criminal del negocio del crudo, y envolviéndolo todo, finalmente, el desierto de California. Ese personaje  mudo y protagonista de todo western cuya expresividad Paul Thomas potencia con  los planos más expresivos y maravillosos que se puedan imaginar.



Y con estos “trajes”, mención aparte requieren sus interpretes. Un Daniel Day-Lewis soberbio y en estado de gracia en el que quizás sea su mejor trabajo hasta la fecha y que le valió el Oscar. Un Paulo Dano que le aguanta el plano a Day-Lewis y le da prefecta réplica en su papel predicador y milagrero que se aprovecha de los incautos y puritanos moradores del desierto de Little Boston. Ambos fantásticos en sus planos y sublimes en las escenas que comparten. Todo ello sin olvidar al elenco de secundarios de lujo que completan un maravilloso reparto que encabezan Dillon Freasier y Kevin O’connor en sus roles de hijo adoptivo que se convierte en un lastre para triunfar y hermanastro secreto que aparece justo en el momento de encontrar petróleo respectivamente.

Cualquier película nominada a 8 Oscars suele ser digna de verse y tiene sin duda algún tipo de interés. Si como a mí te gustan especialmente los “malos” del celuloide, no lo dudes. "Pozos de Ambición" es una de esas 100 que hay que ver. Yo por mi parte ya te digo que no quiero curarme de lo mío. ¡Qué se mueran todos los héroes! ¡A mí me gustan más los villanos!.




1 comentario:

  1. Efectivamente reconozco que me he plagiado a mí mismo en el inicio de la entrada. Algo totalmente ilegal ya que no me concedí el permiso a mí mismo para hacer tal cosa y encima no he sido capaz de citarme como creador original. Cada vez estoy peor de lo mío ;-) Me debo una disculpa

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